26 dic 2009

Sophia y Fabian abrazados

Un lugar donde caerse muerto...

Cuando llega diciembre, época de reflexión, armonía y...REGALOS, uno espera, bueno, uno que otro detallito de parte de sus seres queridos. Y este diciembre, mi papá, siempre tan delicado él, decidió regalarme un parcelita... sí, una parcelita, cual oligarca terrateniente...¿para construir una casa? NO ¿Para invertir en un negocio? NO. Una parcelita en el cementerio del este, para tener -como diría uno- un sitio donde caerse muerto.
En fin, por más macabro que esto parecía, ¿cómo decirle que no al gesto del viejo, que por demás costaba unos 500 dólares? ¿Cómo? Bueno, la verdad es que le hubiera dicho "¿qué te pasa, loco? cámbiamelo por un viaje a Europa!!", pero lo compró sin consultarme y no pude hacer nada.
Todo estaba decidido. Lo único que faltaba era la firma en el registro. Pido permiso una tarde en el trabajo para poder ir al registro.
Por alguna razón mi papá me insistió que pasara primero por la casa., y luego entendí por qué.
Cuando llego, me estaban esperando los dos señores que nos vendieron la parcela (un señor y su esposa, ambos mayores).
Mi papá, el Don Regalón de los favores, gentilmente les había ofrecido que YO los llevaría en mi carro hasta el registro. Sí, imagínense que amenas conversaciones podía yo sostener con estos viejitos:
- ¿y cómo es la parcela? ¿Bonita? ¿Tiene buena vista? ¿Y es que acaso ustedes no se piensan morir y por eso la venden?
Bueno, tragué fuerte y emprendí el camino... todo fuera por tener un lugar donde caerme muerto...
Por supuesto, era de esperarse la larga cola de gente esperando en el registro. Luego de pasar media hora empezó a moverse la cola... sólo para entrar a una sala de espera... y espera y espera. Yo era el No 7. Pasa tiempo y aunque no habían llamado a nadie, de repente me llaman a mí. Mi rostro se iluminó y pasé adelante pensando que el mundo sí tenía esperanza. Total que la señora que atendía, cuyo coeficiente intelectual no podía pasar de -10, me dice que mi nombre sale mal en el documento, por lo cual había que anularlo. Acto seguido de ARMACIÓN DE PLEITO de mi parte, por supuesto en vano. Frente a mi ojos le estamparon ese bello sello de ANULADO, lo cual no era lo peor, sino que perdíamos los 120 dólares por concepto de registro y había que empezar desde cero el largo proceso que había durado un mes en realizar.
Y con el odio en el alma, le doy la cola de regreso a mi casa a los señores (pobrecitos) y le cuento a mi papá que su abogado se equivocó y todo el cuento. Total, que mi papá SE MOLESTÖ CONMIGO (?), me tiró la carpeta y... ME HA QUITADO LA PARCELA. Sí, mandó todo a la porra, así que este que está aquí, después de todas estas labores heroicas, sigue sin tener DONDE CAERSE MUERTO.

20 dic 2009

Sophia y Fabian abrazados

La tecnología móvil y la estupidéz humana

Yo antes tenía un móvil sencillito, y la verdad es que me gustaba bastante: pequeñito, funcional, no muy feo... Eso fue hace dos años. La tecnología MDPJ (Moviles Diseñados Para Joderse) ha hecho que acercándose su segundo aniversario empiece a hacer el tonto y fallar más que una escopeta de feria. Es normal, esta clase de artículos están creados para resultarte baratos y que al cabo de cierto tiempo tengas que cambiarlo por sistema. No es una teoría conspiratoria, en serio. Tengo un amigo que compró el mismo móvil y a los dos años, ¡Ñaca! A la basura.
En fin, que mi móvil está en las penúltimas. Justo en Navidades, que es donde más duele. Y es que yo pertenezco al tipo de usuarios que no usan para nada el móvil, pero que si lo pierden están perdidos. Por eso me duele mucho el alma cuando tengo que gastarme dinero en algo inservible pero a la vez necesario. Y así estamos. Además, los avances de la tecnología móvil han hecho una serie de cosas que me molestan cada día más:
-Ya no hay móviles en verde o naranja. Adios a las pantallitas pixeladas que se veían chisimass!! con sólo ponerlo a la luz. Ahora todos los móviles son con pantalla de colores, todos llamativos, para que te de verdadera vergüenza sacarlo en público.
-Tienes que cambiar el politono con canciones de "perreo". Yo siempre he sido de los que se ponen el sonido de timbre telefónico y punto. Pero eso ya no existe. No vende, así que el usuario discretito tiene que apechugar con una especie de discoteca portátil.
-Es casi imposible encontrar un móvil decente sin cámara digital, cámara de vídeo o cafetera. Todos los que no lo tienen son casi tan malos como el mío. Así que tienes que comprarte la cámara para poder hacer el idiota por ahí. Estas cosas sólo sirven para fotografiar borracheras, y yo de eso no gasto.
-Los colorsitos. Ahora te llaman al móvil y este empiza a parpadear con alguna luz chillona que se ve a kilómetros. Por Dios.!!!
-La tecnología WAP, MMS, GPS, Bluetooth y la madre que los parió a todos. No pienso aprenderme tantas siglas.
En resumen, que uno ya no puede salir a la calle a comprarse un teléfono que sirva para dar o recibir llamadas. Tienes que salir con una especie de móvil tuneado (rapido y furioso III) que te sirve hasta para freirte unas tostadas si te sirve en el desierto.
Estupido progreso...

20 nov 2009

Sophia y Fabian abrazados

¡¡¡Ahhh!!! Los venezolanos

No hay nadie que no conozca a un venezolano o, por lo menos, conoce a alguien que conoce a un venezolano.
De todas maneras, le preguntaron en una ocasión a un reconocido sabio maestro: ¿Qué es un venezolano?
Su respuesta fue la siguiente:
¡Ah, los venezolanos... que difícil pregunta! Los venezolanos están entre ustedes pero no son de ustedes. Los venezolanos beben en la misma copa la alegría y la amargura. Hacen música de su llanto y se ríen de la música. Los venezolanos toman en serio los chistes y hacen chistes de lo serio. No creen en nadie y creen en todo. ¡No se les ocurra discutir con ellos jamás! Los venezolanos nacen con sabiduría. No necesitan leer, ¡todo lo saben! No necesitan viajar, ¡todo lo han visto! Los venezolanos son algo así como el pueblo escogido, por ellos mismos. Los venezolanos se caracterizan individualmente por su simpatía e inteligencia y, en grupos, por su gritería y apasionamiento. Cada uno de ellos lleva en sí la chispa de genios y los genios no se llevan bien entre sí, de ahí que reunir a los venezolanos es fácil, pero unirlos es casi imposible. No se les hable de lógica, pues eso implica razonamiento y mesura y los venezolanos son hiperbólicos y exagerados. Por ejemplo, si te invitan a un restaurante a comer, no te invitaron al mejor restaurante del pueblo, sino al mejor restaurante del mundo. Cuando discuten, no dicen: No estoy de acuerdo contigo sino ¡Estas completamente equivocado! Tienen tendencias antropófagas; así entonces ¡Se la comió! es una expresión de admiración y comerse un cable es señal de una situación critica. Llamarle a alguien pajuo es un insulto lacerante. El venezolano ama tanto la contradicción que llama monstruos a las mujeres hermosas y bárbaros a los eruditos. Si te aqueja alguna situación de salud te advierten ¡Mano, debiste hablar conmigo para llevarte donde un pana mío médico que es un tiro al piso! Los venezolanos ofrecen soluciones antes de saber el problema. Para ellos nunca hay problema. Saben lo que hay que hacer para erradicar el terrorismo, comunismo, encausar a América Latina, eliminar el hambre en África, pagar la deuda externa, quién debe ser presidente y cómo Estados Unidos puede llegar a ser una potencia mundial. No entienden por qué los demás no les entienden cuando sus ideas son tan sencillas y no acaban de entender por que la gente no quiere aprender a hablar español como ellos. ¡Ah, los venezolanos... No podemos vivir mucho con ellos, pero es imposible vivir sin ellos!